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14.7.07

Maldita

Una vez dijiste que yo era
luz en tu noche
pero decidiste volverme sombra
y estás en tu derecho.

Esta facilidad que tengo
para ser olvidable
no es nueva para mí.

Sé que me olvidarás.
(Creo que te olvidaré.)
Pero dime qué hago ahora
con mi afecto por tus dedos aplastados
y las caricias que guardaba para tu carita.

Dime cómo puedo besar otros labios
si mi boca extraña tus rodillas dulces
y cómo puede curar mi orgullo
las recaídas de este mal.

Porque estoy maldita de un embrujo
si quiero y no puedo ser de otro
que no seas tú.

meverascaer at sábado, julio 14, 2007

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14.10.06

Días raros de Octubre


Octubre y llueve como nunca en primavera.
Perfecto escenario para días que querré olvidar,
cuando pase, espero, el temporal,
la enfermedad de mi madre,
el desfile de parientes
preguntando por su salud.

Y deje de insistir en llamarte
y dejes de insistir en no contestar.

meverascaer at sábado, octubre 14, 2006

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23.8.06

Ciego

(Algo que escribí hace años, está basado en un cuento de Alberto Fuguet que se llama "desorden en las familias" y salió en su libro "Por favor, rebobinar". Por eso un tiempo llamé a este cuento "plagio", jaja, pero no es tan así en verdad, es más
bien una inspiración.)

- Anda a buscar más Coca-Cola, Javi, ¿quieres?.

Intento caminar sin ver. Antes hacia eso, me imaginaba que estaba ciego y no necesitaba tantear las paredes para recorrer la casa larga y estrecha. Claro que en esas ocasiones no había ningún invitado inoportuno obstaculizando el paso, ahora desisto de inmediato, y me veo obligado a esquivar unas pelotas, alguna serpentina o globo botado en el suelo. Además, - y esto no lo hacía antes cuando jugaba “al ciego” como le decíamos con mis hermanos- de vuelta de la cocina me detengo a mirar los ventanales de la pieza de mis papás. Está la puerta abierta y supongo que el brillo de los cristales me atrajo, están tan limpios y sin embargo no me acuerdo haberlos visto sucios alguna vez. “No seas idiota”, me digo, y llevo la bebida a los invitados.

Hay bastante gente, hemos tenido que usar hasta vasos plásticos,la comida y las sillas no alcanzan, están sentados sobre todo los más viejos y la familia del Eduardo, sus papás y el hermano chico, con cara de lateado, El Eduardo y la Mariana están abrazados en el sillón, ahora dicen que van a hablar. Esto se veía venir, pienso, ahora van a anunciar que se casan o algo así.Igual todos ponen cara de sorprendidos, es más, sorprendidos y dichosos, cuando el Eduardo se para y dice con tono solemne que pidieron hora en el registro civil para el 15 de Enero. “Faltan cuatro meses”, pienso. Mi mamá le da un abrazo y se le llenan los ojos de lágrimas al decir que su misión de madre ha sido cumplida, este día su única hija se ha recibido de Fonoaudiologa y ya pronto formará su propia familia, etc. Mientras, la Mariana la mira medio avergonzada, ha estado todo el día igual, en la ceremonia en la Universidad, cuando abrió mi regalo y el del Julio, cuando habló con el papá por teléfono. Aún así se ve bonita, no es porque sea mi hermana, pero yo siempre he pensado que la Mariana podría haber sido modelo o algo así, si tengo amigos del colegio que hasta hoy me preguntan por ella, “¿ya se casó?”, típico.

Yo no tengo nada contra el Eduardo pero creo que ella podría haber elegido algo mejor, mucha carne para tan poco gato, como se dice, claro que esto nunca se lo he dicho a nadie, menos a mi vieja, ella lo adora y él es un zalamero. “Qué parece...” - no puedo sino pensar- “...cabezón y algo grueso, hasta más chico se ve al lado de mi hermana, sobre todo con esos tacos que se puso ella”. En realidad creo que me caía bien hasta el día en que me dijo que mi Margarita era una hippie. “Una hippie hecha y derecha, Javier, bueno , derecha no, porque tú sabes que esos son todos rojos, yo te lo digo porque mi mamá conoce gente en Limache que ubica a su familia, tiene un tío exiliado no sé si sabias...” -“El papá”, le interrumpí, y él se puso serio, por un momento se le borró la sonrisa bobalicona con que ahora mismo mira a mi mamá.

Me dan ganas de que suene el teléfono o algo así. En cambio, es el llanto de Julito el que interrumpe, “yo lo voy a buscar” digo y parto casi corriendo, casi agradecido por evitarme más discursos y abrazos. Mi cuñada me mira con curiosidad.

Cuando entro a la pieza que era del Julio, el Julito, su hijo menor, todavía está medio dormido, con sus manitos gordas se restriega la cara. Siempre he sido bien guaguatero. Incluso mi papá una vez me dijo que cuando chico jugaba con la Mariana a las muñecas, pero, claro, eso no es algo que yo ande siempre contando. Cuando lo paseo un rato y se despierta completamente me doy cuenta de que cada vez se parece más a mi hermano. “Debe ser bonito tener un hijo”- es la frase típica de la Margarita, capaz que cualquier día se decida a ser madre, con o sin mí. En todo caso yo la quedo mirando y siempre le digo que primero quiero agarrarme un trabajo en Santiago, que Limache será muy tranquilo y todo pero mi aspiración no es ser contador de una empresa lechera toda la vida. Además, parece que luego va a salir un traslado para acá por lo menos. Lo que no le digo sí es que todavía no quiero casarme, antes pretendo vivir aquí, por un tiempo. Quiero comer los Kuchen de mi mamá, despertar por las mañanas en mi pieza, no sé, después de todo no estoy tan viejo, el Julio se casó a los 30, todavía me quedan unos años de soltería.

Mirando la pieza que fue del Julio me doy cuenta que falta en la repisa una enciclopedia que era de los dos, cierto es que nunca la pesqué pero tendría que haberme preguntado, -“¿qué se habrá creído?”- le digo a Julito, que me mira extrañado. Tal vez sería bueno revisar la biblioteca, pienso, después de todo son cosas de la casa y cuando el papá vuelva las va a echar de menos.

Pero no voy, en cambio, entro con el Julito a mi pieza, lo siento en la cama y le paso un oso que me regaló una ex, la Sonia, no sé por qué todavía lo guardo, de cachurero, supongo. Por mientras, de aburrido, me fijo en lo descolorido que está el cubrecama, y sin querer me acuerdo de la pelea que tuve con mi vieja cuando quiso botarlo, casi nunca peleamos y pelear por eso..., en realidad fue absurdo, pero así y todo no lo cambió. No sé por qué pero desde que me fui a Limache me sorprendo preocupado por cosas que nunca antes noté. Al comienzo, un año atrás, era lógico que mirara con algo de nostalgia mi pieza, mis cosas, la Josefa Isense que pegué de pendejo en la pared, para burla de todos. Además me duraba poco la tontera. Pero últimamente cuando vengo me descubro recordando algo de cuando tenía diez años o peor, pensando en el diseño de la cerámica del baño, por ejemplo, es atroz.

Vienen mi mamá y la Susana, mi cuñada, que se lleva al Julito. “Gracias”, me dice. Me quedo mirando a mi mamá tratando de imitar la sonrisa insufrible de Eduardo, pero no me resulta.

-Te noto serio, Javi. Te estamos esperando en el comedor, ¿qué te quedaste haciendo?.

-No es nada, estoy muerto si, una semana pesada y no he parado desde temprano.

-Tal vez debiste viajar el sábado, como siempre.

-¿Y perderme lo de la Mariana?, imposible. Estuvo bueno, ¿cierto?.

-Si...- Se sienta en la cama y me hace cariño en el pelo. Se queda viendo el cubrecama. Me pregunto si se acordará de la discusión por él. Me siento ridículo.- ...Y ahora que se casa queda lo más complicado, preparar la fiesta, el vestido, financiar la luna de miel...

Me guiña un ojo, nos reímos, “Parece que la que se va a casar es Usted”, le digo, “Casi”, me contesta. Se pone seria y me dice que soy el primero en saberlo:

-La Mariana y el Eduardo me ofrecieron que me fuera a vivir con ellos, que esta casa es muy grande para una sola persona. Yo al principio me negué pero insistieron que no había problema y al final dije que bueno.

Silencio. Pasa un momento en que se escuchan claramente las risotadas del Julio en el comedor.

-¿Y la casa?.- Es lo único que atino a decir.

-La arrendamos y ya. O la vendemos, quizás sea lo mejor, está bastante vieja, prácticamente se está cayendo a pedazos, mira no más ese muro como está, estoy aburrida de perder plata en ella...

La Mariana se asoma a la puerta, me da la impresión que estaba escuchando lo que hablábamos, que se van los tíos, que vayamos a despedirlos, dice. Mi mamá ya está casi afuera cuando le digo, grito, casi:

- ¿Y el papá?. Esta casa también es de él.

Se detiene y por encima del hombro me responde:

- Tu papá está en otra, Javier.

Me quedo escuchando como los tíos se despiden y por la ventana que da a la calle miro como se suben al Nissan Rojo Italiano de la tía, sin embargo es el tío Oscar el que maneja. Cierro la puerta de mi pieza y sin pensarlo rajo en dos el poster de la Isense, el papel decomural verde estaba más oscuro detrás y ahora se ve un rectángulo donde antes posaba la modelo un bikini dorado de los 80’. “En otra”, murmuro, “en otra”. Yo soy hombre, sé cómo son los hombres, la soledad nos complica más que a las mujeres y en otro país además, con otras costumbres y sin familia cualquiera se equivoca. Sin contar con que Brasil está lleno de minas ricas. Pero no por eso uno va a echar todo al tarro de la basura. “Mi mamá está exagerando”, digo en voz alta y apoyo la espalda en la puerta.

A lo lejos se escucha la risa del Julio y en la pieza contigua el Julito se pone a llorar. Me da pena, “Soy guaguatero, siempre me da pena el llanto de las guaguas”, me digo.

meverascaer at miércoles, agosto 23, 2006

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12.8.06

Cuento 2

Otro breve cuento que escribí hace unos años.

La vecina

Estoy indignada con Jose Luis, jamás volveré a creerle algo de nuevo. Gratuitamente, me puso al borde de la desesperación desde que me contó sobre su nueva vecina. Y todo en vano... pero mejor empiezo por el principio.
Todo comenzó una noche de sábado en que estaba con mi pololo Roberto en el restorant Chino de la esquina de Pajaritos y Alhue. Apenas nos vió, el embustero de José Luis se acercó a nosotros y nos saludó con su habitual sonrisa forzada. Yo sabía que a Roberto tampoco le caía bien así que fui bastante escueta en la conversación, quizás por eso me engañó. Si es que me engañó.
Que su madre, me dijo, se había hecho muy amiga de su nueva vecina, al punto de invitarla a comer con la familia ese fin de semana. Yo miré sin mayor interés, poco me importaba la familia de José Luis y sus relaciones sociales. Ahí estaban, efectivamente, sus padres, la hermana chica y esa señora que me mantuvo en ascuas.
Entonces ocurrió lo inesperado. La nueva vecina me estaba mirando y me saludó con la cabeza. Yo le respondí de igual manera: ¿Cómo iba a sospechar, siquiera, lo que eso significaba?.
-Le has caído bien, te ha elegido.
-¿Qué mierda estás hablando, José Luis?.
-Es escritora. O quiere serlo, al menos, me dijo que buscaba alguien sobre quien escribir y entonces te ví llegar con tu pololo y le hablé de tí.
-Eso es absurdo, que quieres que te diga.- Repliqué.
-Seguramente, pero es así. Ahora va a hacer un cuento acerca de ti.
Nos reímos con Roberto. José Luis, una vez más, hacía el ridiculo. Se fue con su sonrisa falsa de vuelta a su mesa y Roberto me dijo aún riendose:
-Para que esa señora me incluya en tu cuento.- Tras lo cual me besó con cierto histrionismo.
Y pasaron unos días en que, lo juró, me dio lo mismo lo ocurrido. Sin embargo, una leve sospecha empezó a invadirme. No sé por qué, pero supe, sentí, que aquella mujer me observaba a la distancia, que desde sus lentes algo de mí estaba irremediablemente expuesto a su observación. Y si eso me incomodaba, se volvió una tortura lo que quedaba de mí a su imaginación. ¿Quién sería yo en su cuento?, me pregunté.
Roberto no entendió esto. A él le daba lo mismo lo que una señora de edad media y aspecto apacible pudiera escribir acerca de él. “Tú no eres el protagonista”-le rebatí. No me contrarió, nunca lo hacía.
Posteriormente, ya sin Roberto, fuí libre de vigilar los movimientos de ella. Podía distinguir desde lejos su cabellera corta y oscura, sin confundirla con nadie más, incluso en la muchedumbre de la calle. Fue en una de esas caminatas que ví a Roberto con su nueva novia (después de todo no había sido, como él dijera, mi mal carácter la causa de nuestro rompimiento). Poco me importó, excepto para pedirle a la señora que excluyera a ese infame de mi historia.
Confirmé el dato de José Luis. Efectivamente su vecina escribía. Incipientemente sí. Asistía cada miércoles por la tarde a un taller literario de la municipalidad. ¿Ya habría leído mi cuento ante los demás?.
Y así fue que un día que esperaba en el Restorant Chino a Roberto, su nueva novia o la señora Angelina, ya sabía el nombre de la vecina, ví llegar al imbécil de José Luis con su familia. Al verme sola en una mesa se acercó con su sonrisa de siempre pero una mirada un tanto curiosa. No me preguntó por Roberto, seguramente ya sabía. Los chismes volaban muy rápido en nuestro círculo de amigos.
-¿Esperas a alguien?- preguntó
-Sí, no... –Me confundí.
Sonrió, con su sonrisa forzada, un poco menos forzada.
-¿Y? ¿Qué fue de tu nueva vecina, la escritora?. Me acuerdo que iba a escribir un cuento sobre mí o algo así.- fingí un tono despreocupado.
Y entonces sucedió lo indecible, lo imposible. Ese idiota dejó por fin su mueca ensayada y se rió de verdad, ahora él se reía de mí. Con voz entrecortada me dijo, como si fuera algo cómico:
-Me creíste, todo era mentira, efectivamente mi vecina es escritora pero jamás ha escrito o va a escribir sobre ti. Que risa.
Entonces, hice lo único que me quedaba por hacer. Esperé el Miercoles con ansiedad, las horas pasaron muy lento pero finalmente fueron las siete de la tarde y me presenté en la Municipalidad. Ahora sabría José Luis si era cómico o no jugar conmigo de esa manera. No fue dificil, luego de un breve trámite quedé inscrita en el taller literario. Que se cuidaran Roberto, su nueva polola y el tarado de José Luis, porque seguramente no quedarían muy bien parados en los cuentos que yo iba a hacer sobre ellos. Ya no tendría nunca más que preocuparme por lo que alguien pudiera escribir acerca de mí.

meverascaer at sábado, agosto 12, 2006

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26.7.06

Cuento

Un cuento breve que escribí hace un par de años:
La peluquería

Nunca creí que ser peluquero sería tan difícil. Se aprenden cortes y peinados, ¿pero quien le enseña a uno a aconsejar a la clientela?.
Ahí estaba este lolo buen mozo, hasta parecido a Cristian Castro lo hallaba. Nos peleabamos por atenderlo. Y tenía el pelo tan bonito, siempre sano.
Por eso no me siento culpable, aunque pienso que de haber ido a otra peluquería tal vez aún estaría vivo. Otro por la plata lo hubiera dejado como pedía. Pero yo no, tengo sentido estético.Claro que recuerdo lo que dijo, estaba harto de las locuras de su expolola, sus insistencias, celos y fobias. Por ejemplo, ella le tenía un pánico a los colorines que palidecía de sólo verlos. Por eso el rojo intenso con que ahora él pedía teñirse.
Yo soy peluquero, no psicólogo. Por eso lo convencí de un castaño oscuro rojizo. ¿Cómo iba a saber lo que pasaría?. Cuando me vinieron a contar después que la loca de su ex lo había apuñalado no pude evitar pensar que por lo menos no lo enterrarían con ese horrible rojo intenso con que quería teñirse.

meverascaer at miércoles, julio 26, 2006

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21.7.06

Palabras

Este es otro blog más entre millones, con algo de comentarios propios y textos que me gustan y que quisiera compartir. No hay más explicaciones. Bienvenido.

meverascaer at viernes, julio 21, 2006

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