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12.8.06

Cuento 2

Otro breve cuento que escribí hace unos años.

La vecina

Estoy indignada con Jose Luis, jamás volveré a creerle algo de nuevo. Gratuitamente, me puso al borde de la desesperación desde que me contó sobre su nueva vecina. Y todo en vano... pero mejor empiezo por el principio.
Todo comenzó una noche de sábado en que estaba con mi pololo Roberto en el restorant Chino de la esquina de Pajaritos y Alhue. Apenas nos vió, el embustero de José Luis se acercó a nosotros y nos saludó con su habitual sonrisa forzada. Yo sabía que a Roberto tampoco le caía bien así que fui bastante escueta en la conversación, quizás por eso me engañó. Si es que me engañó.
Que su madre, me dijo, se había hecho muy amiga de su nueva vecina, al punto de invitarla a comer con la familia ese fin de semana. Yo miré sin mayor interés, poco me importaba la familia de José Luis y sus relaciones sociales. Ahí estaban, efectivamente, sus padres, la hermana chica y esa señora que me mantuvo en ascuas.
Entonces ocurrió lo inesperado. La nueva vecina me estaba mirando y me saludó con la cabeza. Yo le respondí de igual manera: ¿Cómo iba a sospechar, siquiera, lo que eso significaba?.
-Le has caído bien, te ha elegido.
-¿Qué mierda estás hablando, José Luis?.
-Es escritora. O quiere serlo, al menos, me dijo que buscaba alguien sobre quien escribir y entonces te ví llegar con tu pololo y le hablé de tí.
-Eso es absurdo, que quieres que te diga.- Repliqué.
-Seguramente, pero es así. Ahora va a hacer un cuento acerca de ti.
Nos reímos con Roberto. José Luis, una vez más, hacía el ridiculo. Se fue con su sonrisa falsa de vuelta a su mesa y Roberto me dijo aún riendose:
-Para que esa señora me incluya en tu cuento.- Tras lo cual me besó con cierto histrionismo.
Y pasaron unos días en que, lo juró, me dio lo mismo lo ocurrido. Sin embargo, una leve sospecha empezó a invadirme. No sé por qué, pero supe, sentí, que aquella mujer me observaba a la distancia, que desde sus lentes algo de mí estaba irremediablemente expuesto a su observación. Y si eso me incomodaba, se volvió una tortura lo que quedaba de mí a su imaginación. ¿Quién sería yo en su cuento?, me pregunté.
Roberto no entendió esto. A él le daba lo mismo lo que una señora de edad media y aspecto apacible pudiera escribir acerca de él. “Tú no eres el protagonista”-le rebatí. No me contrarió, nunca lo hacía.
Posteriormente, ya sin Roberto, fuí libre de vigilar los movimientos de ella. Podía distinguir desde lejos su cabellera corta y oscura, sin confundirla con nadie más, incluso en la muchedumbre de la calle. Fue en una de esas caminatas que ví a Roberto con su nueva novia (después de todo no había sido, como él dijera, mi mal carácter la causa de nuestro rompimiento). Poco me importó, excepto para pedirle a la señora que excluyera a ese infame de mi historia.
Confirmé el dato de José Luis. Efectivamente su vecina escribía. Incipientemente sí. Asistía cada miércoles por la tarde a un taller literario de la municipalidad. ¿Ya habría leído mi cuento ante los demás?.
Y así fue que un día que esperaba en el Restorant Chino a Roberto, su nueva novia o la señora Angelina, ya sabía el nombre de la vecina, ví llegar al imbécil de José Luis con su familia. Al verme sola en una mesa se acercó con su sonrisa de siempre pero una mirada un tanto curiosa. No me preguntó por Roberto, seguramente ya sabía. Los chismes volaban muy rápido en nuestro círculo de amigos.
-¿Esperas a alguien?- preguntó
-Sí, no... –Me confundí.
Sonrió, con su sonrisa forzada, un poco menos forzada.
-¿Y? ¿Qué fue de tu nueva vecina, la escritora?. Me acuerdo que iba a escribir un cuento sobre mí o algo así.- fingí un tono despreocupado.
Y entonces sucedió lo indecible, lo imposible. Ese idiota dejó por fin su mueca ensayada y se rió de verdad, ahora él se reía de mí. Con voz entrecortada me dijo, como si fuera algo cómico:
-Me creíste, todo era mentira, efectivamente mi vecina es escritora pero jamás ha escrito o va a escribir sobre ti. Que risa.
Entonces, hice lo único que me quedaba por hacer. Esperé el Miercoles con ansiedad, las horas pasaron muy lento pero finalmente fueron las siete de la tarde y me presenté en la Municipalidad. Ahora sabría José Luis si era cómico o no jugar conmigo de esa manera. No fue dificil, luego de un breve trámite quedé inscrita en el taller literario. Que se cuidaran Roberto, su nueva polola y el tarado de José Luis, porque seguramente no quedarían muy bien parados en los cuentos que yo iba a hacer sobre ellos. Ya no tendría nunca más que preocuparme por lo que alguien pudiera escribir acerca de mí.

meverascaer at sábado, agosto 12, 2006

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